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El Recuerdo que calma

Hace poco mas de un mes que cumplí cuarenta y dos. Desde hace cinco meses estoy casado con mi compañera Silvia Marte. Tengo 2 niñas de mi anterior relación con Beatriz. Se llaman Lucia de 12 y Sofia de 7. Y ellas dos tienen un hermano, David Tristán, que tiene 2 años y es hijo de Silvia y mío.

Los tres hermanos están separados por 5 años. Y por algo más. Las niñas viven con su madre. En otra ciudad. Y solo las vemos fines de semana alternos y todos los miércoles, que su hermano y yo pasamos la tarde con ellas. Los miércoles es un día de fiesta. Duro pero de fiesta.

Duro porque hay que desplazarse a otra ciudad. De fiesta porque pasamos la tarde con ellas. Vamos al cine, al parque y cuando hace bueno, a la playa. A Sofia le encanta la playa. También a Tristán y a mi. A Lucia menos. También es porque es más mayor y tiene que estudiar más por las tardes. Acaba de empezar el instituto.

Echar de menos se queda vacío

No sé como decirlo para que os hagáis una idea, pero la frase “las echo de menos” suena vacía cuando la pronuncio. Ni siquiera encuentro una manera fácil para comunicar su ausencia y la distancia. Porque no es nada fácil. Es una necesidad de llenar un agujero en mitad del pecho.

Aunque nos vemos todas las semanas y pasamos la mitad de las vacaciones juntos, nunca es suficiente. Hay un montón de cosas de sus vidas que me pierdo. No las llevo al cole por la mañana, no les preparo el desayuno, no les doy la cena, no juego con ellas antes de dormir. No estoy con ellas y ellas tampoco están con nosotros. Me estoy perdiendo la mayor parte de su vida que sucede a 90 kilómetros de la mía.

No sé adonde irá a parar todo este anhelo, pero hay momentos en los que no encuentro la luz y busco el recuerdo.

A cada uno de los tres, Lucia, Sofia y David Tristán llevo fotografiándolos desde el primer día en que nacieron. Todo para el recuerdo. Y asi sigo, cada día que estoy con ellos. Los veo crecer, andar, correr, hablar y pasar cada uno por sus propias etapas de manera única y especial. A los 3 los he llevado a la guardería montados en la misma silla y en la misma bicicleta. Ellos me regalan su devenir y yo lo fotografío.

Las fotografías para el recuerdo

Al pequeño Tristán no le molesta que le haga fotos (por ahora) aunque no para quieto. En cambio, Lucia y Sofía son ya mayores y, cada vez más, se cansan de las fotos. Dicen que para qué las hago. Les digo que ellos son mi vida. Y las fotos son mi vida. Con el tiempo, los tres, verán cómo eran de pequeños, su primer día de cole, los días de playa o cuando jugábamos en los parques. Se verán con 2, 7 y 12 años tirándolo todo por el suelo, leyendo su primer cuento o entrando a trompicones en la adolescencia.

Me gusta fotografiarlos de cualquier manera, sin que hagan nada especial, solo mirando a la cámara, estén como estén. Me miran a mí y yo los veo a ellos a través del cristal. Los miro como son, tal cual, sin desear nada, queriendo que sean lo que ellos quieran ser en cada momento. Ellos no saben que miran a un espejo en el que se verán dentro de muchos años.

A veces yo también estoy allí. En el futuro.

Ese es el tesoro que guardo escondido:

El recuerdo que calma su ausencia.

Amor, humor y respeto.

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