Desde 1960, el fuego a quemado casi el 25 % del territorio nacional y presenta una tendencia creciente que coincide históricamente con fenómenos sociales como la despoblación rural y el abandono de los montes, siendo ésta una de las causas de que nuestras montañas, verano tras verano, sean pasto de las llamas.
Y el bosque arde porque faltan manos para cuidarlo o, en su defecto, políticas que lo hagan.
La insólita belleza de un bosque incendiado nos remite a lo fugaz y frágil de nuestra existencia, en la que unos pocos árboles en pie calcinados, auténticos heróes naturales, simbolizan el sacrificio y el esfuerzo de la naturaleza por seguir adelante en el ciclo eterno de la vida y la muerte.
Este proyecto trata de contar una historia de regeneración natural, por la que una especie de árboles ha evolucionado junto al fuego. El fuego es su muerte, pero también la puerta a una nueva existencia.
Los bosques maduros necesitan la existencia de espacio para que crezcan otros árboles, así que la dinámica del fuego es la del eterno retorno.
Una dinámica que los humanos no acabamos de comprender. Debemos respetar los ciclos de la naturaleza, sus tiempos y sus especies. Alejarnos de los bosques ha hecho que los incendios se descontrolen porque no cuidamos el bosque. Ahora es el momento de reflexionar sobre ello.
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Este proyecto se inició en el verano de 2012 hasta la fecha y está realizado con cámaras de gran formato.