Un bosque es algo más que una suma de árboles. Es una superposición y entramado de vida.
Seres que habitan enciman, sobre, bajo y junto a otros seres, cuya existencia es solidaria en su seno.
Los bosques son, además, los seres que cobijan, con su trino y pelaje. Son agua y fibra que nos alimenta, calienta y protege desde que pisamos la tierra.
Y por encima de cualquier lógica racional, cuantitativa y analítica, los bosques son un lugar sagrado.
Un espacio donde donde guarecer el espíritu y establecer un vínculo con nuestra naturaleza más salvaje, en la que en algún momento reciente de nuestra evolución, pensamos que podíamos dominarla y extirparla de nuestras rutinas.
Desde entonces, no hemos hecho otra cosa que separarnos de los bosques como lugares sagrados para transformarlos bajo un prisma productivo, modificando su estructura y composición biológica, llegando en muchos casos a su extinción(1).
El Bosque Mágico quiere recuperar la visión de las últimas selvas primigenias de la península ibérica, en una búsqueda de la belleza y la contemplación del bosque como santuario y fuente de inspiración.